Theodore Roosevelt
Theodore Roosevelt (27 de octubre de 1858 – 6 de enero de 1919)
Fue un político, escritor y cazador estadounidense. Fue el 26.º presidente de los Estados Unidos (1901-1909) y el 25.º vicepresidente (1901). Su apodo era Teddy, y también se le llamaba Theodore o Teodoro Roosevelt.
En materia de política interior, abogó por el progresismo y aplicó políticas como la eliminación de los monopolios de las pequeñas empresas, el control estatal del funcionamiento de los ferrocarriles, la mediación entre magnates y sindicatos y la intervención activa del Estado, la legislación para la protección de los trabajadores y, al mismo tiempo, la respuesta contundente a los sindicatos violentos, la conservación de los recursos, etc. Puso fin a las disputas prolongadas entre las grandes empresas y los sindicatos, y al mismo tiempo reforzó el poder del presidente y el gobierno federal para controlar a ambas partes. En política exterior, mantuvo una línea intervencionista e imperialista, interfiriendo en el asunto de Venezuela y el Caribe, ejerciendo presión sobre varios gobiernos de Sudamérica. Desde 1904, promovió la construcción del Canal de Panamá.
También intervino en asuntos asiáticos, y en general se puso del lado de Japón. En 1905, firmó el Pacto Taft-Katsura, que aceleró la anexión de la península de Corea por parte del Imperio Japonés. En 1906, fue el primer presidente en funciones en recibir el Premio Nobel de la Paz por su contribución a la mediación en el asunto de Marruecos y por poner fin a la Guerra Ruso-Japonesa. Era tío de Eleanor Roosevelt, esposa de Franklin D. Roosevelt.
Lo importante no es el comentarista.
No importa la persona que analice y comente cómo se tambalea el fuerte.
Lo que realmente importa es el luchador que está en la arena.
El crédito va para el que se ensucia la cara, el que está empapado en sangre y sudor.
Luchan valientemente, cometen errores y se enfrentan a dificultades una y otra vez.
Es inevitable que, al esforzarse, se cometan errores y se muestren debilidades.
Pero ellos actúan con verdadera intensidad.
Conocen la pasión y la perseverancia.
Se dedican a una noble misión.
En el mejor de los casos, conocen el triunfo.
Pero en el peor de los casos, si fracasan, al menos lo hacen luchando con valentía.
Por eso su lugar es diferente al de los cobardes que no conocen ni la victoria ni la derrota.
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